jueves, 28 de febrero de 2008

Once.


No quiero gentes hipócritas, prefiero que me revienten la boca de una bofetada.

'No vale que te alaben,
más vale que te abalen'.

Le he dicho hoy a un amigo:

'Si no te gusta, pues, no regresas!'.

No me obligues a quedarme. Que no quiero hacerlo.



lunes, 25 de febrero de 2008

Diez.


Es cierto, no puedo permitir que estar en éste estado me vuelva tonta. No te enojes conmigo Y., que alguna solución habré encontrado para cuando las cosas sucedan en tiempo y espacio real.

Me he pasado las vacaciones, y tal vez más tiempo respondiendo *…cierto es...* a todo lo que me dicen. No es posible!

He de regresar a mi estado natural, y mi estado natural no es no haber vivido, tampoco es estar donde estaba antes, es recuperar lo que me estaba haciendo feliz y móvil. Además, parece que ya hay otra herramienta para hacerlo, tan cerca está que esta vez no voy a dejar pasar en tren.

Útima vez que te contesto *…cierto es…*, cuando me has acabado, al decirme: *acaso no tienes derecho a expresar y dar opiniones?*.


jueves, 14 de febrero de 2008

Nueve.


Esto generará controversia, ¡Y NO ME IMPORTA!


La controversia podría generarse por razones sencillas que creo que son dos básicas, pero ¡bah!, una es el miedo que podría desencadenar en las personas que no están completamente seguras de su condición sexual, la otra razón, las personas aunque han vivido su propia, aun creen en que existen normas básicas de vida, como peinarse de cierta forma, vestirse de cual, casarse con tal o ir a la iglesia pascual (acá agradezco la colaboración indirecta de Juan Felipe, que recalca en el día a día el antimesianismo, aunque yo ya era así desde que recuerdo que vivo en tabogo –y de hecho, siempre he vivido en tabogo-).

Ya si sumercé, niño o niña espectador o espectadora de éste blog, leyó la entrada sin número (la de bien abajo), o sea la ‘cero’, sabe que yo estoy muy segura de ser heterosexual, si sabe más sobre mí, o alguna vez hemos tenido contacto, también sabe que lo que más odio (de las muy pocas cosas que odio de verdad) de lo que existe en el suelo terrestre es la Iglesia.

Con esto claro, supongo que debo proceder a escribir lo que tengo en la cabeza ahora (sin que sumercé, niño o niña espectador o espectadora de éste blog, vaya a decir o suponer cosas que no son ciertas). Entonces:

Hoy creo, que por un cambio súbito en la constitución de éste país, decir ser bisexual debería ser un deber público (colaboración de Fer, que está acá al lado mío, porque a veces no uso las palabras adecuadas para decir lo que quiero decir de tal forma que me entiendan).

Defiendo que la gente se encuentre tranquila.

Defiendo que la gente se encuentre feliz (no siempre, pero digamos en el ¿99% del tiempo?.

Defiendo que la gente tenga libertad.

Defiendo que la gente se pueda verter de los colores que le vengan en gana.

Defiendo que la gente haga lo que le dé la gana, Y QUE QUEDE CLARO: defiendo la gente que hace lo que le da la gana, sin que por ello pisoteen a las demás personas, las maltraten, dañen o lastimen.

Como estoy segura de que la gente debe ser feliz, repito: por deber, las personas deberían decir ser bisexuales. Si todos dijéramos ser bisexuales, ninguna persona homo sentiría la incomodidad de contestar mentiras siempre. Si todos dijéramos ser bisexuales, nosotros, los hetero contestaríamos sin problema alguno.

homo = bi = :)
hetero = bi = :)
bi = bi = :D


Me parece una solución sencilla y universal de dejar la pendejada y escandalizarse por cosas que parecen y no son, o cosas que son y no parecen.

viernes, 1 de febrero de 2008

Ocho.


Estupideces legibles.

Me iba transportando en el preciado bus urbano. El agotamiento me llegaba a los hombros, y aunque no me gusta dormirme ahí por casos grotescos que he visto, quedé simulando fuera cama mía, dormida agotada.

Cuando desperté me di cuenta que un sujeto me había disparado justo en medio de la cabeza, aprovechando mi momento sin reacción.

Ví como todos los que estaban allí se alborotaron, y a los que estaban fuera del bus les ganaba más el morbo que el afán de llegar al trabajo.

Todo fue un caos.

A veces tenía la tendencia de pensar que no era importante, pero ¡oh sí, mira el desorden que he provocado!.