jueves, 31 de julio de 2008

Veinte.


El día de hoy.

Huele a: Grasa, da asco, huele a conocer más posibilidades y verlas lejos, huele a esperanza de acercarlas con intensidad, a ganas. A grasa de sudor, de trasnoche, de avenida de barrio pobre y de su comercio, con comida maloliente en las esquinas, con gente comiendo en los andenes, con ofrecimientos ridículos, con hambre y sin agallas.

Sabe a: Tierra húmeda, la misma que se siente cuando se está en tierra que no es la propia, la que se levanta cuando va a llover, que tapa los poros e inunda la cabeza, que no deja respirar, que corroe, que se abre la boca y se siente heno, que no deja andar a los bichos tranquilos, que asusta a los animales más grandes, que es negra negra con polvo encima de todos los colores de lo que queda en el mismo suelo, lo que rueda, lo que no se extingue.

Se oye a: Ruido de autopista y contrucción gigantesca en el fondo, a todo lo que se intenta ahorcar con cassette de Vivaldi prestado, se tapa la emisora, el televisor y todo lo que por fortuna no quiero. Amo esos cassettes prestados, aunque no sea siempre yo misma quien los accione.

Se siente a: Tranquilidad, de saber que las cosas van a estar mejor, de contar con lo poco y necesario y conocer lo que falta, ir hallando el camino para obrarlo sin caer en sensacionalismos estúpidos y verdades maquilladas.

Se ve como a: Desorden de las cosas acumuladas, ese desorden lleva un bonito color, hay objetos regados por todas partes en mi habitación, está saturada, pero así mismo entre el caos se arma todo de todos los colores. Cuando organizo mis cosas me doy cuenta que no hay más acá que las mismas paredes blancas que estaban cuando llegué + un par de cosas regaladas a las que les falta pegante y que no he tenido la voluntad de organizar.

Hoy me prometo un día de felicidad, todos los días me voy a prometer un día de felicidad, para poder dormir más tranquila, para que quienes estén conmigo lo noten y se contagien y estén felices también :)